Paso frente a la obra, sin darme cuenta. Creí que estaba en la mano de enfrente. Por eso la sigo buscoando, hasta darme cuenta que no es como lo había imaginado.
Pasa a menudo.
Al entrar, redescubro uno de esos paisajes maravillosos que esconde la ciudad.
El vacío, qué lindo sería dejarlo así, urbanizar quitando.
Aunque no creo que consiga inversores.
Un pequeño gran lugar sin horizonte, con una fuerte presencia de la ausencia y la promesa de todo lo que uno pueda imaginar. El piso, de tierra y algunos escombros, parece hablar de lo mismo que las medianeras. La paleta de colores es en algún punto similar. Pero las paredes cuentan más. Una especie de collage de colores y texturas que transparentan y reconstruyen a un tiempo el edificio que albergó quién sabe cuánta gente. Cuántas reuniones, fiestas de cumplaños, discuciones de pareja, charlas de padres e hijos. Todo eso parece grabado allí.
Suspendidos, a un metro del piso, dos haces naranjas, surcan el vacío y lo parten en cuatro. Más adelante será en seis y ocho. Son algo así como el nuevo orden, la referencia de lo que viene. Hoy son solo dos líneas de color en un espacio. Una imagen muy bonita, mi amigo Alexis la llamaría, una imagen contundente.
En unos días, se levanta el telón y comienza el frenético valet, que a su manera describiera Chico Buarque tan maravillosamente en "La Construcción". Siempre me impresionó mucho, que mirada mas bonita sobre este mundillo de cemento y cal. Es que me gusta tanto más el proceso...
Luego, aparecerá un nuevo edificio más o menos igual al resto, un poco más de lo mismo, que será invadido por nuevos cumpleaños, nuevos amantes. Nuevos padres e hijos, refugiados en el anonimato de una fachada más, que completará la cuadra y ocupará el vacío.
Se me ocurren al menos diez cosas mas lindas para poner allí, y unas cuántas de ellas parten de la decisión de no poner, de no llenar.
Imagino un lote de girasoles, un pasto bien verde, una pequeña montaña de pasto, un edificio de balcones, solo los balcones, con sus flores y sus combrillas. Un "elevador de Santa Justa" con su mirador allí arriba. Un montón de paisajes posibles e imposibles. Absurdamente más lindos, pero sin rentabilidad aparente.
De momento, seguiré imagnando pequeños mundos posibles, imposibles;
mientras construyo estos otros, imposibles, posibles.